jueves, 20 de marzo de 2014

Cero intereses



Por muchas décadas, los inmigrantes que recibía Estados Unidos de todas partes del mundo traían consigo inculcada una cultura del hábito del ahorro. Esta cultura está ejemplificada en muchos refranes populares y frases célebres de personajes tales como Benjamín Franklin, como la frase “a penny saved is a penny earned” (un centavo ahorrado es un centavo ganado). Cualquier ahorro por mínimo que fuese implicaba (al igual que ahora) alguna privación, tal vez un pequeño sacrificio, como abstenerse de comprar algunos artículos de entretenimiento pero de costo elevado, privarse de tomar algunas vacaciones fuera de la ciudad, no comprar un abrigo o un mueble que uno quisiera tener, en fin, no disfrutar con ese dinero constante y sonante de muchas cosas que uno hubiera querido poseer o que uno hubiera querido disfrutar. El ahorro siempre ha sido sinónimo de disciplina y planeación a largo plazo.

Independientemente de transmitirle a los hijos y a los nietos una cultura del ahorro para contar con fondos en caso de presentarse algún imprevisto (accidente, enfermedad, incendio, etc.), había antaño otro incentivo para ahorrar: los bancos le pagaban algún interés al depositante por lo que tenía guardado en el banco, lo cual era una especie de premio o compensación al cuentahabiente ahorrativo. Así, poco a poco, uno podía ver su dinero crecer con el paso de los años. Todavía hasta principios de la década de los ochentas, la banca privada en México (antes de que fuese estatizada por el irresponsable populista presidente José López Portillo) pagaba un interés anual a una tasa fija del 5.25 por ciento a los depósitos en cuentas de ahorro sin necesidad de que se tuviese que tener depositada una cantidad mínima, de modo tal que entre más dinero se tuviera ahorrado más se podía recibir por concepto de intereses. Ese era el premio al ahorro, ese era el premio al ahorrador que se preocupaba por ponerle algo todos los días a su alcancía, al famoso “cochinito”. Ese era un argumento fuerte para irle inculcando a los hijos el hábito del ahorro. Todavía debe de haber algunos padres y abuelos que conservan aquella “libretita” de depósitos en la cual se les iba abonando cada depósito que iban haciendo a su cuenta de ahorros. Un banco en México, Banca Serfín (cuando era banca privada, antes de la estatización bancaria) popularizó el eslogan “Ahorra o nunca” para incentivar el ahorro, al igual que otros bancos hicieron lo mismo del muchas maneras para atraer ahorradores y depositantes.

Juntando el dinero de muchos depositantes, el tesoro acumulado le permitía a los bancos hacer préstamos en grandes cantidades por largos períodos de tiempo a grandes empresas para poder financiar expansiones y grandes proyectos que de otra manera no habría sido posible financiar. Del pago de intereses a los bancos hechos por las grandes empresas, los bancos le pagaban a los depositantes su 5.25% anual de intereses, y los bancos obtenían sus propias ganancias. Así hacían su negocio los bancos, así se generaba riqueza, así se generaba prosperidad, a la “antigüita”, y todos salían ganando en base a este modelo de prosperidad y crecimiento. Así empezó a construír Estados Unidos su enorme fortuna comunitaria. (Contrariamente a lo que muchos suponen, los banqueros no son ricos porque posean mucho dinero en sus bolsillos por el solo hecho de ser banqueros, son ricos porque los depósitos de sus ahorradores los hacen ricos, la fortuna de la banca es igual a las pequeñas fortunas combinadas de sus muchos depositantes). La película It’s a wonderful life de Frank Capra ilustra a la perfección esta filosofía de la generación de riqueza mediante el ahorro colectivo usado para financiar préstamos a bajo costo en una comunidad pequeña a través del banco encabezado por George Bailey.

Pero un día, todo cambió. Tras haber caído Estados Unidos en lo que se conoce como la “Gran Recesión” (en alusión a la Gran Depresión económica de 1929) dando fin a una era de auge auspiciada por el economista Alan Greenspan; para paliar la sostenida atonía de la economía norteamericana agravada por las costosísimas guerras de Irak y Afganistán así como una sofocante deuda nacional de proporciones históricas colosales, la Reserva Federal (Federal Reserve Board) cambió las reglas del juego de modo tal que las cuentas de ahorros prácticamente dejaron de percibir intereses (los intereses pagados son tan bajos que efectivamente estamos hablando de una tasa anual de intereses igual a cero), que es la situación actual.

Tomando en cuenta el impacto constante de la inflación en la pérdida del poder adquisitivo de la moneda, las políticas de la Reserva Federal norteamericana no solo implicaron que tener dinero ahorrado en los bancos no sólo no produciría ninguna ganancia, de hecho necesariamente se tenía que traducir en una pérdida. Para ver esto en su justa perspectiva, suponiendo una inflación anual del cinco por ciento una persona que tenga ahorrados cien mil dólares, que para muchos representa el fruto de los ahorros de toda su vida, al cabo de un año le habrá perdido un cinco por ciento de valor al dinero que tenía ahorrado, o sea habrá perdido el equivalente de ¡cinco mil dólares! Tan solo en un año. Y se trata de dinero constante y sonante, dinero que pudo haberse utilizado para comprar algunos artículos de entretenimiento quizá de costo elevado, o para tomar algunas vacaciones fuera de la ciudad, o para comprar un abrigo o un mueble que uno haya querido tener. La pérdida se traduce en el hecho de que al ir a comprar un artículo que apenas hace un año costaba cien dólares hoy cuesta ciento cinco dólares por los efectos de la inflación, ocurriendo lo mismo con todos los demás artículos y servicios que se quieran adquirir. Al cabo de dos años, el ahorrador le habrá perdido un diez por ciento al valor de su dinero suponiendo una tasa inflacionaria constante del cinco por ciento anual. Y así sucesivamente, hasta que al cabo de algunas décadas lo que había ahorrado con sacrificios y privaciones para su vejez habrá perdido casi todo su poder adquisitivo original, porque en los hechos la inflación es un impuesto oculto, es una forma indirecta de pagar y subsidiar las políticas fiscales irresponsables y los despilfarros de cualquier gobierno. Sin generar intereses que valgan la pena mencionar, la única razón para tener dinero ahorrado en un banco sería por la supuesta protección que se ofrece en contra de robos, porque el tener ese dinero guardado en casa debajo del colchón siempre abre la posibilidad de que sea robado por amantes de lo ajeno que se metan a la casa. Pero con una inflación anual constante que nunca será igual a cero y con una tasa de intereses del cero por ciento, tener el dinero metido en un banco produce el mismo efecto que el de un robo en casa, excepto que el hurto va siendo administrado en dosis graduales y pequeñas a corto plazo pero acumulables en forma substancial a largo plazo.

De este modo, con una rentabilidad de cero en los depósitos metidos en cuentas bancarias, el sólo hecho de tener dinero ahorrado en un banco implica que se estará perdiendo dinero, y a largo plazo (estamos hablando de décadas) las pérdidas pueden ser considerables. De este modo, el ahorrador no sólo no es premiado como lo era en el pasado, es castigado y es castigado duramente.

Otro factor importante para desincentivar el ahorro en Estados Unidos es la certeza de que al llegar a la edad de la jubilación y el retiro, el gobierno le empezará a otorgar a los jubilados una pensión mensual garantizada a la cual tienen derecho por ley, y esta pensión a diferencia de las cuentas de ahorro sí es ajustada y elevada año tras año para compensar por los efectos inflacionarios. De este modo, más que preocuparse por ahorrar para compensar la pérdida de ingresos cuando haya llegado la edad del retiro, los norteamericanos deben preocuparse más por tener un lugar en donde vivir y por amueblar sus hogares y hacerse de ropa y cosas para las cuales es mejor gastar el dinero que iban a ahorrar que meterlo a un banco para que la inflación se vaya comiendo poco a poco lo que ahorraron con sacrificios y privaciones.

La política de cero intereses está causando otro estrago social que los libros de contabilidad por sí solos son incapaces de aquilatar en sus posibles consecuencias a largo plazo: se está creando toda una nueva generación de “milenarios” sin ninguna cultura del hábito del ahorro, enviando al basurero, la burla y el escarnio los consejos de los abuelos sobre las supuestas ventajas del ahorro que ahora han dejado de serlo, los supuestos beneficios que el ahorrar ha dejado de producir. ¿Para qué ahorrar, si no hay ninguna recompensa en ello, y los efectos devaluatorios producidos por la inflación se van a ir comiendo el valor de lo que con privaciones y sacrificios fue ahorrado? Mejor gastar cien dólares hoy que valen cien dólares y no varios años después que valgan la mitad o menos de la mitad de lo que valían, o meterlos al riesgoso negocio de la bolsa de valores en el que se puede ganar a lo grande o perder a lo grande comprando acciones de empresas que pueden terminar en la bancarrota arrastrando a la quiebra a sus accionistas.

Prominentes sociólogos norteamericanos están dando ya las voces de alerta sobre un hecho irrebatible: muchos norteamericanos ya no están ahorrando como lo hacían antes. Muchos de estos sociólogos quisieran ver un regreso a los tiempos en los que la gran mayoría de los norteamericanos a base de sacrificios y privaciones hacían a un lado diariamente una parte de sus ingresos para depositarlos en una alcancía. Pero... ¿cómo se les va a obligar a hacer tal cosa, cuando hoy al ahorrador no se le premia sino por el contrario se le castiga con la pérdida del poder adquisitivo de lo que va ahorrando por los efectos devaluatorios de la espiral inflacionaria? Si en los tiempos de Benjamín Franklin el ahorrador era visto como una persona sabia y prudente, hoy es sinónimo de alguien que posiblemente está peleado con su dinero o está perdiendo la razón. La tendencia a dejar atrás la costumbre de ahorrar por anacrónica representa una flecha que va directo al corazón del sistema capitalista. Curiosamente, en las sondeos de opinión en los cuales se le pregunta a la gente las razones por las que no está ahorrando, son pocos los que quieren reconocer la cruda realidad de que la pérdida en el poder adquisitivo de lo que fue ahorrado con privaciones y sacrificios tenga algo que ver con la renuencia a ahorrar, reflejando quizá una negación de parte del subconsciente colectivo de una verdad que se vive día con día.

En el mediano plazo, no se ve cambio alguno en las políticas de la Reserva Federal norteamericana de mantener una política de cero intereses. Janet Yellen, la funcionaria que hoy encabeza dicha institución afirmó el 19 de marzo que la institución federal que encabeza piensa sostener la misma política de intereses casi nulos por el resto de 2014 y también por el 2015 “de ser ello necesario para estimular la recuperación económica”. Irónicamente, con la política de cero intereses, no sólo la banca pierde al perder a sus ahorradores potenciales, también el gobierno norteamericano pierde porque para efectos fiscales siendo los intereses ganados por concepto de ahorros un ingreso gravable, al no pagar intereses a los ahorradores no hay tampoco ingreso gravable que se pueda ser objeto de pago de impuestos en lo que a esas cuentas de ahorro concierne.

Por otro lado, la política de cero intereses implementada en los Estados Unidos por la Reserva Federal ha golpeado duramente las intenciones del gobierno de México de gravar los depósitos de las cuentas bancarias de mexicanos que obran en bancos norteamericanos, muchas de las cuales ascienden a cientos de miles de dólares e inclusive millones de dólares.  Se trata de capitales que se fugaron de México en los tiempos del Presidente José López Portillo, se trata de los ahorros de toda una vida de familias de clase media, clase media alta y clase alta, que convirtieron sus pesos a dólares y los depositaron fuera de México para impedir que el despilfarrador e irresponsable gobierno lopezportillista que en su momento convirtió a México en el país más endeudado del planeta se pudiera apoderar de esos dólares convirtiéndolos a “panchólares” (pesos devaluados) como lo hizo con todas las cuentas bancarias abiertas en dólares en bancos mexicanos (el Banco de México jamás pudo recuperar plenamente su credibilidad tras la incautación de estas cuentas en dólares y su conversión a muy devaluados pesos a un tipo de cambio artificial fijado arbitrariamente por el gobierno lopezportillista; lo único que ha impedido que haya tantos “sacadólares” hoy como lo que había en esos tiempos abriendo cuentas bancarias en bancos norteamericanos es precisamente el hecho de que el tener depositado dinero hoy en alguna cuenta de ahorros en un banco norteamericano representa no una ganancia sino una pérdida de dinero por la política de cero intereses). No es un delito para un mexicano poseer depósitos en dólares en un banco extranjero, lo que sí es considerado como un delito fiscal por el Sistema de Administración Tributaria (S.A.T.) es no compartirle al gobierno de México las ganancias obtenidas por tales depósitos, cumpliendo con la obligación de declararle al fisco los ingresos obtenidos en bancos extranjeros por concepto de intereses bancarios sobre cuentas de ahorro y pagándole al gobierno su parte de acuerdo a las tasas de impuestos en vigor. En otros tiempos, esto podría haber representado un ingreso adicional considerable, no “caído del cielo” pero sí caído de los bancos norteamericanos con la ayuda del gobierno norteamericano de por medio. Como ya se dijo, no solo los intereses que los bancos norteamericanos le están pagando a sus ahorradores son irrisorios, ni siquiera se están abriendo ya nuevas cuentas de ahorro como la gente acostumbraba hacerlo en otros tiempos antes de que se adoptasen políticas para desincentivar el ahorro de la gente.

Pero si los bancos norteamericanos ya no están en condiciones de poder atraer a nuevos ahorradores al no poder ofrecerle a las nuevas generaciones ni siquiera un rendimiento anual que al menos compense en forma justa la pérdida en el poder adquisitivo de la moneda, entonces ¿de dónde sacan los bancos norteamericanos el dinero para poder hacer préstamos para créditos hipotecarios, préstamos relacionados con la industria de la construcción, préstamos relacionados con el negocio de bienes raíces y todo lo demás a lo que siempre se han dedicado los bancos y siempre ha sido el negocio de los bancos? Pues, del mismo gobierno. Es el mismo gobierno el que le ha estado dando vueltas a velocidades cada vez mayores a las máquinas para imprimir dinero con la finalidad de hacer accesible ese dinero a muy bajos intereses a la banca norteamericana, esto además de haber estado colocando Bonos de la Tesorería (U.S. Treasury Bonds) para allegarse de fondos de cualquier lado en donde los pueda obtener (China es hoy el acreedor más grande de un muy endeudado Estados Unidos). Desde el momento en que la deuda interna de Estados Unidos rompió la barrera del trillón de dólares, ha crecido la sospecha de que en Estados Unidos se está sosteniendo de modo casi artificial un nivel de vida que está fuera de proporción con los bienes y servicios que el país produce, y de que tarde o temprano la sociedad norteamericana tendrá que despertar ante la realidad de que las cosas hoy ya no son como eran antes, y de que ha llegado el momento de pagarle las facturas acumuladas al Diablo. Solo falta ver quién estará dispuesto a pagar los costos políticos que esa inevitable corrección requerirá, porque de otro modo solo se estará postponiendo lo inevitable y la caída será aún más dura de lo que sin lugar a dudas será.

La riqueza de las naciones no se produce con manipulaciones contables, actos de prestidigitación en las altas finanzas, mergers y holdings, malabarismos con los porfolios de los accionistas, esquemas piramidales, dejándose llevar por espejismos, y ventas masivas de bonos gubernamentales con promesas ilusorias de pagos a largo plazo (esta estrategia para allegarse de financiamiento, sobre todo proveniente del exterior, estuvo a punto de reventar a finales del año pasado cuando el Congreso norteamericano se estuvo rehusando a ampliar el techo de la deuda, acercando peligrosamente al país a lo que hubiera sido una moratoria en los pagos de los intereses de su deuda, hasta que el país entero entró en pánico y el Congreso tuvo que dar su brazo a torcer para no dar origen a lo que se cree que hubiera sido un “Chernobyl económico” en alusión a la catástrofe nuclear del mismo nombre).

Puesto que en los países capitalistas los gobiernos no son generadores de riqueza, lo único que puede respaldar los Bonos de la Tesorería son los impuestos que un gobierno le puede exprimir a sus ciudadanos o la creencia de que a los ciudadanos se les podrá obligar mediante tasas impositivas adicionales o desviaciones de recursos de otros rubros a que se pague tanto el capital obtenido en calidad de préstamo así como los intereses prometidos sobre tales préstamos. Los Bonos de la Tesorería, en efecto, son la manera en la cual se le hacen préstamos a un gobierno que requiere allegarse de recursos comprometiéndose no solo a las generaciones actuales sino también a las futuras generaciones que son las que tendrán que pagar los platos rotos.

La riqueza de las naciones se produce trabajando día con día, se produce con esfuerzo, a la “antigüita”, cuidando de no gastar nunca más de lo que se gana (algo que los gobiernos norteamericanos recientes no han aprendido a hacer o no han querido hacer por los costos políticos que ello implica), se produce fomentando los hábitos del ahorro en lugar de castigarlos. Estas son verdades elementales para cuya comprensión no se requiere ser un tecnócrata graduado de Harvard, hasta un niño de primaria las puede entender aunque a veces parece que los doctorados en economía logran confundirse a sí mismos forjando argumentos que rayan en el misticismo teórico más que en la realidad práctica. Aunque Benjamín Franklin y otros como él no poseían tablets, no contaban con Internet, y ni siquiera tenían teléfonos ni automóviles ni televisión, tenían algo que parece estar ausente en estos tiempos: sentido común. La carencia de lo mismo que ayudó a levantar a la economía norteamericana tras obtener su independencia de Inglaterra es lo que hoy le puede obstaculizar cualquier esfuerzo de tratar de volver a aquellos buenos tiempos de antaño, the good old days.


5 comentarios:

Nelly Andrade dijo...

Yo tenía un abuelito al que quise mucho. Estuvo trabajando muy duro toda su vida desde los años veinte hasta finales de los años sesenta guardando y ahorrando hasta el ultimo centavo que podia para poder tener lo que él creía que iba a ser un "colchón" para su vejez. Con la devaluación que ocurrió en los tiempos de Luis Echeverría, cuando el peso fue devaluado de 12.50 pesos por dólar a 20 pesos por dólar, mi abuelito le perdió cerca del 40 por ciento a lo que tenía ahorrado en el banco. Después vino la otra devaluación cuando José López Portillo devaluó el peso hasta 70 pesos por dolar y continuó cayendo hasta rebasar los 100 pesos por dolar, con lo cual mi abuelito le perdió más de las dos terceras partes a lo que le había quedado después de la devaluación anterior. Y luego, con el punto decimal recorrido para convertir los devaluados viejos pesos en devaluados nuevos pesos, tras el sexenio de Carlos Salinas de Gortari el peso se devaluó desde los tres pesos por dolar hasta los nueve pesos por dolar, y hoy anda en los doce pesos por dolar. Con todas estas devaluaciones, lo que mi abuelito ahorró en toda su vida hoy ya no vale casi nada, ni siquiera el cinco por ciento de lo que valía antes Si hace sesenta años una persona que tuviera ahorrados cien mil pesos poseía una verdadera fortuna, hoy esa misma cantidad en nuevos pesos con todas las devaluaciones acumuladas ya no vale nada, ni siquiera para disfrutar de unas buenas vacaciones en Acapulco. Tal vez por todo eso mi abuelito antes de morir me dijo con lágrimas en los ojos: "Chiquita, no cometas el mismo error que yo cometí, no ahorres, mejor gasta tu dinero hoy y disfrútalo mientras puedas, que mañana ese dinero no valdrá nada". Ese consejo que me dejó con la boca abierta resume la sabiduría y la experiencia de toda una vida, y en lo que a mí me toca yo sí pienso ponerlo en práctica.

Anónimo dijo...

Precisamente porque mucha gente ya no está ahorrando, el gobierno se sacó de la manga el truco de las AFORES para casi obligar a la gente a ahorrar haciéndole un descuento por ley a su nómina semanal o quincenal. Muchos ya se están dando cuenta de que las AFORES no ofrecen ninguna protección en caso de una devaluación del peso. Si el peso se devalúa mañana de unos doce pesos por dólar a veinte pesos por dólar, la gente le perdería la mitad a todo lo que ha estado yendo a parar a sus cuentas AFORES, y los mugres intereses que generan esas AFORES no sirven ni siquiera para reponer los impactos de la inflación agravados por los "gasolinazos". Si ayer el decadente peso mexicano era la manera con la cual el gobierno financiaba sus derroches y despilfarros por la vía de las devaluaciones, hoy el gobierno tiene el instrumento financiero para lograr exactamente lo mismo, y ese instrumento se llama AFORES. Para eso inventaron los políticos y los funcionarios las AFORES. De este modo ellos nunca pierden y el pueblo es el que se chinga, como siempre, confirmando la creencia popular de que el parásito más grande de todos es el méndigo gobierno. Qué Conde Drácula ni qué Chupacabras ni que nada. ¿O a poco creen que el gordo que está al frente del Banco de México confía para su retiro y jubilación en alguna cuenta AFORES o su pensión del IMSS? Se ha de estar carcajeando todos los días de esas vaciladas y de los espejismos que han generado entre muchos ilusos e ingenuos que todavía no se dan cuenta de la gran tomada de pelo que son las AFORES. De plano todos los días en México es 28 de diciembre, día de los inocentes.

Lic. "Adalberto Garay dijo...

Recuerdo perfectamente como si fuera ayer que después del hundimiento del peso el cobarde López Portillo no queriendo tomar responsabilidad por las consecuencias de sus actos le quiso echar gran parte de la culpa a su Secretario de Hacienda y Crédito Público y doctorcito graduado de Harvard, David Ibarra Muñoz, corriéndolo y metiendo en su lugar a Jesús Silva Herzog, el cual se quejó ante los medios de que la economía se estaba "cosificando". Cuando le pidieron que explicara esa palabreja, aclaró que la gente estaba vaciando todo el dinero de sus cuentas bancarias para comprar "cosas" como lavadoras, refrigeradores, televisores, automóviles, terrenos, artículos para el hogar, ropa, calzado, en fín, lo que fuese. ¿Y qué esperaba ese desgraciado? ¿Que la gente mantuviera todos sus pesos inmovilizados en cuentas bancarias en vez de cerrarlas y gastar ese dinero, justo cuando el peso estaba en caída libre y los precios de todas las "cosas" estaban subiendo cada día e inclusive cada hora en todos los comercios? Qué poca madre. Cuando Silva Herzog dijo eso, el maldito López Portillo acababa de estatizar la banca privada, como si eso fuera a remediar las cosas, amenazando con meter a la cárcel a todos los banqueros acusándolos de traidores al igual que a todos los mexicanos que habían estabado sacando sus dólares de los bancos mexicanos en los meses previos. Mucha gente estaba convencida de que el delirante y fantoche López Portillo en cualquier momento podía dar la orden presidencial de incautarle todas sus cuentas bancarias a todos los mexicanos, pero ya no pudo hacer eso porque casi todos los que pudieron sacaron su dinero de los bancos y lo metieron debajo del colchón o lo gastaron de inmediato, la economía ya se había "cosificado". Las lágrimas payasas que el maldito presidente bufón derramó en su último informe presidencial pidiéndole perdón a los pobres que hizo al mismo tiempo que conchudamente se construía para él mismo el complejo en donde aún se encuentra la fastuosa mansión en la infame "Colina del Perro" terminaron por convencer a muchos de que el César ya estaba completamente loco y de que la economía nacional estaba en manos de un enajenado privado de sus facultades mentales. Su divorcio y boda posterior con una actriz de películas de ficheras para terminar convertido en una piltrafa humana confinada en una silla de ruedas como víctima de sus propios excesos confirmó que el tesoro nacional siempre estuvo en manos de un decadente émulo de Calígula. Y su sucesor el burócrata y tecnócrata Miguel de la Madrid en vez de darle marcha atrás a la entonces anticonstitucional estatización de la banca privada y meter a su predecesor por los saqueos a la nación, por el contrario también traicionó al pueblo de México y mantuvo en pie todas las aberraciones lopezportillistas, además de devaluar el peso aún más malbaratando la moneda nacional y todo lo hecho en México. La lección que debemos aprender de todo esto es que, efectivamente, es mejor gastar que ahorrar, es preferible "cosificarse" que perderlo casi todo por haberlo tenido ahorrado, sobre todo cuando la economía del país está en manos de una casta política corrupta e inepta. Y nunca hay que soltarle tanto poder a un solo hombre, porque se corromperá absolutamente y terminará más loco que una cabra. López Portillo fue la prueba viviente de esa verdad absoluta.

Martha de Spielman dijo...

Mi marido es ciudadano norteamericano, y en USA creo que tenemos algo muy parecido a las AFORES que menciona aqui un comentarista, excepto que en USA muchos les conocen como Investment Retirement Account o IRA aunque la mecanica es conocida en muchos negocios como el plan 401(k) en el cual los empleadores hacen una contribución al fondo de ahorro para el retiro de los trabajadores y que en realidad es tomado de dinero que de otro modo les pagarian cada semana, y a los trabajadores se les castiga en sus cuentas si hacen un retiro de esas cuentas antes de su edad de retiro. Es una manera de obligor a la gente a ahorrar. Si, aqui tambien por mandato de ley se les hace un descuento a los trabajadores para obligarlos a ahorrar para su vejez, para su retiro, y tambien aqui los intereses que pagan dichos ahorros cambian segun las cotizaciones en las bolsas de valores, y en las casas de inversion pueden ganar o pueden perder, y la experiencia reciente es que han perdido muchisimo, y major hubiera sido usar ese dinero para comprar lingotes de oro y enterrarlos en el jardin trasero backyard durante la noche cuando ninguno de los vecinos se puedan dar cuenta. Que lastima que estas cosas ocurran tambien aqui, en donde muchos amigos y conocidos mios prefieren gastar que ahorrar.

KONDORITO dijo...

Estaba completamente loco el JoLoPo, aún más lurias que su predecesor Luis Echeverría que quería dar un golpe de estado y proclamarse presidente vitalicio. No le importó al JoLoPo demeritar y devaluar la figura presidencial y estar haciendo el ridículo como si fuera un payaso de circo. A su concubina Rosa Luz Alegría le dió un puesto en el gabinete presidencial poniéndola al mando de la Secretaría de Turismo y estuvo paseándola por todas partes, a su hijo José Ramón lo impuso como representante de México ante la FAO y lo estuvo proclamando ante los medios como el orgullo de su nepotismo, al comenzar su abominable reinado nos sermoneó a todos los mexicanos diciendo que había que aprender a administrar la abundancia mientras dilapidaba nuestros impuestos en proyectos faraónicos de relumbrón, se creyó una especie de dios azteca Quetzalcóatl y hasta ordenó que el avión presidencial en el que viajaba se le pusiera tal nombre, se deschabetó con una vida lujuriosa llena de excesos, frivolidades y fastuosidad, y remató diciendo al final que la impagable deuda externa de México se podía pagar con la mitad del petróleo que había en el subsuelo, no hubo nadie que se atreviera a meterlo en una camisa de fuerza y a internarlo en un manicomio ni siquiera cuando había dejado de ser presidente y tampoco cuando se exhibía haciendo desfigurios en público abrazado de la astuta encueratriz que se casó con él sólo para sacar lo más que se pudiera del dinero que el pillo JoLoPo se robó de las arcas públicas. Murió loco de atar con delirios de grandeza imaginándose una especie de mezcla divina de Julio César, Napoleón y Quetzalcóatl, con su corrupto y criminal guardaespaldas matón "El Negro" Durazo (inmortalizado en el libro "Lo negro del negro Durazo") prestándole su fastuosa y malhabida mansión "El Partenón" para sus francachelas y orgías. Pura decadencia, pura locura, más disoluto que los Borgia y más ridículo que un borracho de cantina poniéndose la borrachera de su vida. Pura decadencia, pura locura. Entre él y su demente predecesor Luis Echeverría (el genocida que ordenó la creación del grupo porro Halcones para llevar a cabo el genocidio del Jueves de Corpus) acabaron con la riqueza de la nación y con los ahorros de los mexicanos, y por eso se recuerda a esos dos negros y funestos sexenios como "La Docena Trágica". El mayor temor de las nuevas generaciones debe ser que otro desequilibrado tan lurias como el JoLoPo pueda llegar a la presidencia, y habrá que estar sumamente alertas ante una amenaza semejante que en unos cuantos años puede acabar con los sueños y esperanzas de un país como México.